¿Son todos los sindicalistas del Estado cómplices de la corrupción?
Ante los hechos de corrupción que se producen dentro de sus ámbitos de
acción laboral y sindical, sea que se descubran y publiquen o no, la
actitud notoriamente indiferente de los sindicatos de funcionarios de
instituciones, organismos estatales o municipales y empresas públicas,
en general, es altamente reveladora. ¿Cómo es posible interpretar el
hecho de que reine una podredumbre tan generalizada en todos los
rincones de la Administración Pública, de la cual solamente una pequeña
parte se descubre y se da a conocer a través de la prensa todos los días
de la semana, y los sindicalistas no sepan nada del fenómeno? Quizás no
todos los sindicalistas de este país sean tan corruptos, antipatriotas y
mentirosos como los vinculados a los hechos bien conocidos, pero si
existen de otra calidad, no se los ve ni se los escucha.
¿Están
todos los sindicalistas de las instituciones públicas involucrados en
los hechos de corrupción que con frecuencia sacuden a las mismas? Es una
pregunta retórica, porque los hechos reales no permiten inferir más que
una sola respuesta para ella.
Efectivamente, ante los hechos de
corrupción que se producen dentro de sus ámbitos de acción laboral y
sindical, sea que se descubran y publiquen o no, la actitud notoriamente
indiferente de los sindicatos de funcionarios de instituciones,
organismos estatales o municipales y empresas públicas en general, es
altamente reveladora.
Quizá no todos compartan la misma postura de
inopia, ceguera o complicidad con la venalidad y la inmoralidad
reinantes a su alrededor, mas la verdad es que en este momento no se nos
viene a la memoria ni una sola excepción que recordar y honrar.
¿Cómo
es posible interpretar el hecho de que reine una podredumbre tan
generalizada en todos los rincones de la Administración Pública del
país, de la cual solamente una pequeña parte se descubre y se da a
conocer a través de los medios de comunicación masiva todos los días de
la semana, y los sindicalistas no sepan nada del fenómeno?
Muy,
pero muy ocasionalmente, se ha escuchado a voceros sindicales referirse a
ilicitudes dentro de sus instituciones. Casi siempre ocurre en momentos
en que tienen conflictos con los directivos, sirviéndose de tales
denuncias para presionar a favor de su interés particular, que,
lógicamente, nada tienen que ver con la ética, el celo por la justicia,
la custodia de los bienes nacionales o el patriotismo, sino simplemente
con sus bolsillos o con sus luchas internas por lograr más predominio,
influencia política o poder práctico.
Considérense algunos ejemplos recientes.
Cuando
se comenzó a debatir la posibilidad de tercerizar los servicios
aeroportuarios, los grupos sindicales de la Dinac se arremolinaron
enfurecidos como kavichu’i, agitaron la desflecada bandera populista de
la “defensa del patrimonio de la patria” y de la “entrega del país a las
trasnacionales”. Así mismo están disparateando ahora los de ANDE ante
un simple proyecto de regulación del sector, que ni siquiera habla de
concesión, y mucho menos de privatización.
Los sindicalistas se
presentan públicamente con argumentos que simulan cabalgar sobre
irrefutables verdades universales, dogmáticas y doctrinarias, de
economía política; salen a las calles, pintan insultos y amenazas en las
paredes, se manifiestan vociferantes y furiosos frente al Congreso para
intimidar a los legisladores y, en fin, representan cuantos más actos
histriónicos tienen ocasión de mostrar ante cámaras y micrófonos.
En
los dos casos mencionados lograron el éxito, por cierto, porque no se
volvió a hablar del asunto…, y todo sigue igual. Los servicios que ellos
administran continúan igual o peor; no se conocen nuevos planes
oficiales para cambiar nada en esos ámbitos; el aeropuerto continúa
vetusto y con pésimo servicio, y el sistema eléctrico mantiene todas sus
deficiencias. Los sindicalistas, por su parte, están silenciosos y
satisfechos, no tienen nada que reclamar.
¿Alguien supondrá que
los sindicalistas del aeropuerto saldrán a la calle, alguna vez, a
exigir enérgicamente al Gobierno que ponga servicios de aeronavegación
seguros, modernos, eficientes, decentes, a la altura de las necesidades
de nuestros planes nacionales de desarrollo y de la que merecen
mínimamente los usuarios de esas instalaciones?
Nunca se ha
escuchado a ninguno de los dirigentes, fanáticos abogados protectores de
las “enormes ventajas” de que el Estado continúe gerenciando esas
instalaciones y servicios, formular siquiera la simple pregunta: y si el
Estado no puede hacer esto, ¿por qué no probamos con un sistema
alternativo?
No lo dicen ni lo dirán jamás, aunque responda al más
elemental sentido común. Lo que esos sindicatos defienden no tiene nada
que ver con los altos intereses del país. Guarda exclusiva vinculación
con un punto capital: el control mafioso del manejo interno de sus
aparatos administrativos, que les garantiza conservar las fuentes de
enriquecimiento fácil, la conservación de los puestos de trabajo de
mayor poder y el manejo discrecional de las planillas salariales.
No
hay que agregar casi nada distinto ni novedoso para describir la
conducta de las demás organizaciones sindicales de entes públicos. En el
IPS, por ejemplo, se vienen realizando desde hace décadas entre las
sucesivas autoridades del Instituto y los proveedores de medicamentos,
equipos e insumos las mismas maniobras dolosas que saltan a la luz
pública cada cierto tiempo. ¿Pretenden acaso hacer creer, los
numerosísimos y ocasionalmente muy charlatanes sindicalistas del IPS,
que ignoran el cerco de corrupción dentro del que están trabajando todos
los días, desde hace tanto tiempo?
Y en los turbios y altamente
contaminados manejos, tanto física como moralmente, de la planta
alcoholera de Troche, de Petropar, ¿intervinieron prestamente los
sindicalistas para proteger el patrimonio natural de su país y de su
región, para hacer cumplir la ley, para corregir la grosera venalidad en
obras y facturaciones, para provocar o reforzar la investigación de los
directivos corruptos? No. Todo lo contrario. Las medidas para
investigar se suspendieron a pedido y presión de los mismos
sindicalistas que, en este caso, son los que simpatizan con el
expresidente Escobar, que les llenó de privilegios y de premios para a
platazo limpio convertirlos en sus abogados más eficientes.
Como
se ve, no queda más camino que inferir la conclusión que anticipábamos
al principio de este comentario. Quizás no todos los sindicalistas de
este país sean tan corruptos, antipatriotas y mentirosos como los
vinculados a los hechos que aquí se comentan; pero, si existen de otra
calidad, no se los ve ni se los escucha. ¿Tienen miedo de ser aplastados
como cucarachas por la poderosa mafia que les rodea si la enfrentan? ¿O
es que les importan un bledo su patria, su comunidad y hasta el futuro
de sus hijos mientras tengan asegurada la pitanza diaria?
Lamentablemente, estas dos hipótesis son las únicas que parecen
verosímiles en un panorama como el que la ciudadanía tiene a la vista.
Si
estamos errados, seguramente han de refutarnos con hechos, datos,
nombres, cifras y resultados exitosos que demuestren su inclaudicable
fidelidad a los principios éticos del sindicalismo y a su límpido
patriotismo. Es lo que más querríamos que nos suceda: ser desmentidos
por los sindicalistas en todo esto que suponemos o afirmamos.
Fuente: www.abc.com.py