Por Susana Oviedo soviedo@uhora.com.py
El Aeropuerto Internacional Silvio Pettirossi debe ser, sino el único, uno de los pocos donde el pasajero se ve asediado por insistentes maleteros en plena sala de desembarque. Una área que se supone restringida. Como en las tiendas populares, donde los vendedores son tan insistentes, que terminan fastidiando al potencial comprador. En el lugar de referencia hay carritos colocados allí para facilitar el traslado de los equipajes, una vez recogidos de la cinta que los transporta hasta ese sitio, apenas la nave detiene el motor en tierra. Aun así, luego de pasar por el control de Migraciones, los pasajeros ya se ven acosados por los maleteros que toman la iniciativa de tomar ellos los carritos, ofrecen cargar los equipajes y conducirlos hasta la salida de la terminal aérea. Terminal que, por cierto, para incomodidad de los luqueños, en los vuelos todavía se presenta así: "Bienvenidos al Aeropuerto Internacional Silvio Pettirossi de Asunción".En esa misma sala de desembarque, con cada vuelo que llega, como es normal, se aglomeran los pasajeros. Pero no solo ellos: siempre hay personas extrañas al personal del aeropuerto, quienes, sabrá Dios bajo qué criterios, son admitidas hasta el sitio para recibir a su allegado o a algún extranjero. ¿Por qué ellas sí? ¿Qué les da ese privilegio? Aclaro que no hablo de personal diplomático que sí tiene esta concesión o de funcionarios del Gobierno que ingresan hasta ese sector, previa acreditación. No, me refiero a gente que consigue que le permitan ingresar hasta ese lugar, porque el guardia es amigo suyo o porque es alguien conocido o porque, famoso, en Paraguay "nos conocemos todos" y, además, arriero pórtepe todo se consigue.Situaciones así abonan la imagen de informalidad con que nos identifican a los paraguayos. Pero, además, crean el ambiente de caos, típico de las instituciones públicas del país, que permite la activa incursión de los "pescadores de río revuelto". Por eso no debe sorprender que en un acto tan sencillo, como debería ser recoger las maletas al llegar al aeropuerto, surjan denuncias de sustracción de mochilas, maletines u otros equipajes de mano. Con tanta gente extraña allí adentro, qué más se puede esperar. Ocurre con suma frecuencia, según informaron a un colega paraguayo que experimentó tan desagradable experiencia. Para él, no es un hecho que debe extrañarnos, pero ¿qué pensará un extranjero? Seguro que lo más lógico: Paraguay es el país al que se presenta y se conoce como el más corrupto de América. ¡Lamentable! Sobre todo, porque no lo es. No todos los paraguayos somos corruptos, ni cultores del vai vaínte, ni amigos de la informalidad pueblerina que está presente en todas las instituciones, ni estamos a la pesca para birlar al primer incauto que se nos cruce en el camino. El punto a que hacemos referencia es seguramente el menos significativo de todos, considerando la mala fama y la precaria infraestructura de la terminal aérea. Por años el aeropuerto funcionó sin radar. Probablemente iba a seguir así, de no ser por las investigaciones periodísticas y las denuncias de algunos dirigentes sindicales que también sirvieron para constatar las pésimas condiciones de la pista.Hasta ahora, el aeropuerto no cuenta, como en otros países, con servicios de transporte tipo remisse –siguen los vetustos taxis–, o minibuses que puedan trasladar a grupos de pasajeros hasta el microcentro capitalino. A pesar de ser la más importante puerta de entrada al país, por el Silvio Pettirossi hasta ahora no soplan vientos de cambio.
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